Facilitar el acceso de los pasajeros y mejorar la rentabilidad de las operaciones de las aerolíneas en ese destino, son los retos a los que se enfrenta la actual administración federal para reactivar, como pretende, el flujo de usuarios en el Aeropuerto Internacional “Licenciado Adolfo López Mateos” de Toluca, Estado de México, una pieza clave en la nueva estrategia para atender la demanda de aerotransporte del Valle de México.
Lejos parecen ahora esos años cuando Toluca alcanzó su punto máximo de tráfico, atendiendo a 4.5 millones de viajeros en 2008, gracias al estímulo que recibió al ser la cuna (como alguna vez fue de Aeromar) de la nueva generación de aerolíneas de bajo costo mexicanas, caso de Avolar (actualmente fuera de servicio), Interjet y Volaris, las cuales aún no podían acceder al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) por falta de slots, pero que ofrecían atractivas tarifas y frecuencias al mercado, al que respaldaban con servicios de traslado terrestre entre el Valle de México y un aeropuerto mexiquense excelentemente bien administrado y operado.
Recordemos que Toluca inclusive llegó a tener vuelos sin escalas con destino a Madrid, España, realizados por la hoy desaparecida Air Madrid.
Conforme desaparecieron ciertas aerolíneas mexicanas que operaban en el AICM, caso de Aero California, AVIACSA y notablemente de Mexicana de Aviación, y se flexibilizó la política de acceso al mismo para las aerolíneas de bajo costo, estas decidieron trasladar la gran mayoría de las operaciones que tenían en Toluca al AICM, hasta virtualmente abandonarlo, como lo ha hecho Volaris. Una cosa llevó a la otra.
Durante el evento de su presentación oficial, el Director General de una de esas aerolíneas me dijo: tan pronto como se abra el AICM nos vamos para allá… ahí están los pasajeros, agregó.
Las cifras hablan por sí solas; en el 2018 Toluca manejó apenas 691 mil 712 pasajeros, la gran mayoría estimo, con origen o destino la propia área metropolitana de la capital mexiquense.
Lo cierto es que, quizás debido a la necesidad de emplear peligrosas y costosas autopistas o unas todavía más peligrosas carreteras federales para acceder, la distancia de los recorridos, la falta de servicios de traslado terrestre o el precio de los mismos, la limitada oferta, el mal clima, incluyendo neblinas, la fidelidad a ciertas aerolíneas o miedo al cambio, al aeropuerto de Toluca le cuesta trabajo atraer usuarios del Valle de México, inclusive la procedente de su región poniente, que en proporción es la que más emplea el aerotransporte y para la que se podría pensar, resultaría particularmente atractivo, en especial tomando en cuenta el tiempo que el pasajero debe invertir en medio del tráfico vehicular para acceder al AICM, ubicado al oriente de Ciudad de México.
Me parece lamentable que no se haya considerado una escala en el aeropuerto en la ruta del tren, aún en construcción, y que “algún día” va a unir ambas urbes.
Un problema adicional que percibo es que, a diferencia de lo que ocurría hacia mediados de los años ochenta, cuando Toluca se puso de moda, atrayendo millones de pasajeros, principalmente en función de atractivas tarifas, hoy día, en un contexto de una virtual guerra de tarifas en el aerotransporte nacional, hay muy poco margen para ofrecer en Toluca precios que por su atractivo compensen los inconvenientes de tener que desplazarse tan lejos.
Me da la impresión que, más allá del impacto que las restricciones operativas asociadas a la gran elevación del aeropuerto sobre el nivel medio del mar, el comportamiento de la demanda en Toluca no termina por justificar el empleo en dicho destino de activos tan valiosos como son las aeronaves por parte de las aerolíneas. Aeroméxico, nada menos, ha intentado varias veces en vano operar rentablemente en ese aeropuerto. No hay que olvidar que actualmente, ruta que no genera lo esperado se cancela. Punto.
Sin embargo, no todo está perdido, existen maneras (complejas, pero realizables) para que Toluca recupere parte de su dinamismo. De hecho, lo sintetizo al inicio de la columna: facilitar el acceso y mejorar la rentabilidad para las aerolíneas, algo que se puede lograr, por ejemplo, con acciones coordinadas en materia de vías de comunicación, servicios de transporte terrestre, agresivas tarifas aeroportuarias, eficiencia operativa, acuerdos con aerolíneas para incrementar la oferta, publicidad y campañas de promoción en el Valle de México que incentiven la demanda.
Claro está que también es posible que, dada la saturación del AICM, la autoridad pudiera emprender acciones “orientadoras”, condicionando por ejemplo el inicio de operaciones, la apertura de nuevas rutas o el crecimiento de las existentes en el mercado de Ciudad de México a que las mismas tengan lugar en Toluca, por lo menos mientras queda listo el nuevo aeropuerto en Santa Lucía que, por cierto, va a suponer nuevos retos en materia de gestión del tránsito aéreo de Toluca por su cercanía al del Valle de México.
En cualquier caso, la última palabra la tiene el mercado. Está interesante el asunto.
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